Me cambié de casa, por un rato

no termino de victimizar su ropa sucia

NEGRO, TAL VEZ


Me teñí el pelo del color más oscuro, del color más oscuro según su reflejo. Recuerdo que lejos de él yo era feliz, no tenía dolores – paraderos en donde esperar, un talón menos, o la simple capacidad de reconocerlo sólo en su rostro. El aliento que me quita lo deconstruye, termina diciendo que todo es suyo, que todo le pertenece, nada nos queda por hacer. Imagino que se apiada de los otoños, del bosque que cae de mi cuerpo.
veré de quién me toca enamorarme hoy

HOGAR SUCIO HOGAR


Debí quedarme ahí – entre él y mi padre – aferrar su carne a mi carne y permanecer en las esquinas de fuego que eran mi casa, porque mi casa era de él, de él mis grutas, de él mis lamentos. Pude quererlo las mismas veces que me quiso, retenerlo en el torso de una masacre, reventar sobre los restos de su órbita.

FINGIR AMOR


Nos floreció la figura plena del remordimiento, su revés me culpa del hecho. Le dije - una y otra vez - que el dolor ajeno no era lo nuestro, se lo dije. El contacto filantrópico de mis piernas, sometió nuestra simbiosis a un régimen lingüístico. Si hubiese aceptado mi forma de amar su ausencia no, su ausencia no me abriría ningún agujero.

AMOR DE LOS HUERFANOS


Imagino que sufre, que sufre hacia adentro costumbre del llanto, me pregunta por su silencio, mi calma, crecer entre sus olvidos equivale a un corazón medio roto. Sabemos que el resto no importa, ni su alegría o entusiasmo, nacimos llorando, con los gritos de mi madre torciendo el cordón umbilical y un mal olor incrustado en nuestros nombres. En la profundidad de su ombligo tejo el esqueleto de mi hijo, una intriga con forma de enredadera que me jala del pelo y lo ata al orgullo de su boca partida. Inevitable arder en él, rajarme los parpados, escurrir misericordia.
Tejeré las lágrimas que me lanzaste
para arrastrar tu cuerpo por esta ciudad.

NOS DEBEMOS LA VIDA


Soy el vértigo que arrebató de él cada trozo de perdón, la desdicha de su entorno calcó el eje de mis absurdos y los sometió al discernimiento de una vía que no perece. Temimos tanto quedarnos solos, incapaces de percibir la negación del otro sin el otro, lanzarnos de sí, reducir la corporalidad de nuestras angustias y mantener su alcance en la nuca de un hogar carente de hijos. Disipar el calibre de su crueldad y reconocer que la dolencia se perdió en los huesos, abandonar los recuerdos en un patíbulo incómodo y sazonar su carácter huraño con la agonía de una caída, abatir cada secuencia de ésta separación y tender el malestar crónico que acoge la estampa de su apatía. Nos debemos la vida sabiendo que es justamente lo que nos duele.

Tengo un pecado viejo entre las costillas,

veintitrés años no bastan.

PUNTO CRUZ


Quién quiera que sea me nombró a matar, un cuervo nos observa desde su balcón y retazos de piel cubren el silencio de los amantes en las plazas públicas. Recuerdo que arrancó mi cabello y comenzó a deshilachar los secretos de mi cuerpo, tantos muertos tantos, las calles caen de mis brazos mientras una arpillera memoriza el rumbo del tejido. Cada punto termina entre los rieles de su soberbia.

SOBRE RECUERDOS NO RECUERDOS


Guardo en una cajita de zapatos número treinta y nueve, diarios de vida y cartas con faltas de ortografía, quince años de imágenes secas y la nostalgia del apellido paterno. Cada parada de ésta ciudad desprecia el coraje de mis otoños, hojas secas arañan los nombres de nuestra adolescencia y un secreto furioso tropieza con sus lamentos – avenidas. Somos el resto de los restos, la composición triste de una balada cursi, una enredadera de brazos cortos, el rayo de sol que cruza su recuerdo. Con el último aliento cayó mi sucia patria, nadie la llora nadie, son sus costras las que cubren los gestos de ésta cena, para dar media vuelta y colgarse del huérfano arrojado por dios.
Los viejos están muriendo,
con ellos
muere la historia que nadie escribió.

¿TODO DICIEMBRE FUE MEJOR?


Le dije que me escribiera sobre la espalda, que me escribiera sobre la espalda los nombres de sus hijos, yo percibiría la negación perfecta de su tacto. Me llenaba la cabeza de pajaritos recién nacidos, chillones y melancólicos, chillones y melancólicos sus pajaritos recién nacidos. En ese entonces cinco años nos separaban, una sábana sucia utilizada por otros e imágenes muertas usurpando la caparazón de su lengua. Con él jamás lloré o lamenté temerle a los puentes, cada santo de mi casa le pertenecía. Quitó el fracaso de la última historia, con eso la voz del padre, sus raíces. No, no es la destrucción legítima de una ruta pasada o el resto de un corazón que jamás se tejió, son los silencios de este diciembre, la no - patria que agita su cuerpo.

TEJIDO


Compré lana roja y un par de palillos número tres. Punto, punto, punto, derecho revés. Punto, punto, punto, derecho revés. Punto, punto, punto, derecho revés. Es aún más complejo cuando disipo su orden y someto el encaje a una nostalgia incoherente, la secuencia del vértigo no acaba en nosotros.

EL CUERPO QUE NO CEDE


I

Escribo y lloro como quien se acuna en la mecedora de un dios huérfano, cada gorrión de éste hogar miente, dicen de mí lo que gritan las ciudades sin luces. Tejo una casa de palabras tuertas para mi padre, mientras él atora su apellido en los ojales de un torso sin otoño, me debe tanto ese otoño. Nadie conoce su nombre, le arrancaron el rostro en los adentros de mi cuerpo, el corazón de una arpillera también sabe de cicatrices.


II

La condena que nubla los rieles de nuestra pampa, colma de silbidos los gestos del viento. Nos debe tanto el norte, tierra seca. Ya no me mira de frente, dice que no, que no quiere más de mí ni del cielo triste que presiona su garganta. Abrir tanto el pecho que quepa su fuego entero. Vacío a vacío su casa, como si dar saltitos sobre las voces de sus órganos quitará de mí la muerte de sus hijos, todos cargan con los huesos de sus hijos. Nos quedan los límites de su ombligo y la profundidad que revienta los tímpanos, tres cuartos de nostalgia al costado de su partida y un río amargo que converge en mi boca. Miro como arrastra su cuerpo – corazón, su cuerpo – corazón similar al mío. Entonces comprendo que su música triste no conoce el tráfico de mis caderas o el musgo que sobrevive en la humedad del desapego. Nacimos juntos tan juntos sin aliento entre nosotros, con los rastros de sus heridas anclados en el pescuezo y un puñado de culpas colgando de sus pupilas. Ya no calzamos en sus calles nos expulsaron en el desgarro de sus gritos. Vamos tejiendo las rutas del silencio junto a sus huérfanos, el amanecer de ésta patria ya no me pertenece.


III

Soltar los palillos, acurrucar la histeria de ésta prosa.
Boca picoteada la memoria.