NOS DEBEMOS LA VIDA


Soy el vértigo que arrebató de él cada trozo de perdón, la desdicha de su entorno calcó el eje de mis absurdos y los sometió al discernimiento de una vía que no perece. Temimos tanto quedarnos solos, incapaces de percibir la negación del otro sin el otro, lanzarnos de sí, reducir la corporalidad de nuestras angustias y mantener su alcance en la nuca de un hogar carente de hijos. Disipar el calibre de su crueldad y reconocer que la dolencia se perdió en los huesos, abandonar los recuerdos en un patíbulo incómodo y sazonar su carácter huraño con la agonía de una caída, abatir cada secuencia de ésta separación y tender el malestar crónico que acoge la estampa de su apatía. Nos debemos la vida sabiendo que es justamente lo que nos duele.

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